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Groppa, Buenos Aires/Jujuy: narración de un derrotero

Nací en Córdoba, y me crié, prácticamente, todo el secundario, Bellas Artes y todo en Buenos Aires. Rebotaba de barrio en barrio donde estaban los parientes, qué sé yo: Almagro, Palermo, Patricios, por todos lados, Bajo Flores… De aquellos años ¿no? Estoy hablando del 43, 44, 45, no había cancha de San Lorenzo, no había nada (…) Y bueno, de ahí estando ya comenzando pintura, [Raúl] González Tuñón me dijo «andá a verlo a Spilimbergo, que está de director en la Universidad Nacional de Tucumán, y a lo mejor te de algún tallercito, algo», y nos fuimos con un pintor que se había iniciado en la época esa [Domingo Onofrio], junto con [José Luis] Mangieri, que éramos muy amigos los tres, nos fuimos a Tucumán. Y ahí Spilimbergo se entusiasmó con los trabajos nuestros, que llevamos, con las líneas de Tuñón, y nos dijo «mire compañero», como decía, «acá tiene un lugarcito para pintar», que era el camarín de un teatro viejo de Tucumán –ahí en ese tiempo estaba Carlos Alonso, Ramiro Dávalos, Dávila, Susana Leonor Vasena, [Eugenio] Hirsch–, pero resulta que «va a tener que trabajar en algo», y en Tucumán no había trabajo, no teníamos trabajo. Entonces dijimos «no, no nos podemos quedar, nos vamos». Dice: «pero no se van a ir a Buenos Aires…». «Y sí, ¿adónde vamos a ir ya? De ahí venimos…» «No, yo les doy una cartita para Juan Carlos Dávalos, que los va a atender muy bien en Salta». Bue, nos dio unas líneas don Spili, llegamos a Salta y aterrizamos en los Dávalos. Y ahí nos enganchamos con toda la muchachada de [Manuel José] Castilla, [Gustavo «Cuchi»] Leguizamón, toda la barra de allá. Y estando en una de esas, ya también por salir de Salta, porque se terminaba la gasolina, Cantor, un médico, que estaba dando unos cursos de campo, junto con una serie de médicos, era psiquiatra, en Campo Quijano, me dice «no, no te vayás a Buenos Aires de nuevo, yo te doy unas líneas para una maestra amiga que es de Jujuy, y de paso conocés Jujuy». Y vine, me presenté a la maestra amiga, nos presentamos, y la maestra amiga nos consiguió un puestito de reemplazo en Huachichocana. Huachichocana queda de Purmamarca adentro, donde empieza ahora la cuesta de Lipán, justamente ahí está Huachichocana. Y de Huachichocana nos veníamos, parábamos, en la pensión Villa Valentina, de Purmamarca. Ahí conocimos a un amigo Vilte, pero no me acuerdo ya el nombre de Vilte, que nos enganchó con Pantoja, que venía de ahí, porque venían todos grabadores y pintores y dibujantes en la época de vacaciones con Spilimbergo justamente a trabajar ahí. Y de ahí entonces Pantoja me dice «mirá, yo tengo un reemplazo en Tilcara». Y bueno, me fui a Tilcara. Y en Tilcara estuve cinco años, como maestro de grado. Y un día me mandaron a llamar –no sé de dónde sabían que yo estaba por ahí o qué hacía o qué era capaz de hacer y de no hacer–, me mandaron a llamar del Colegio Nacional de acá, el rector, a la biblioteca. Ahí empecé en la biblioteca, y previamente, justamente coincidió en esa época, que empezamos a hacer Tarja, la revista. Así que ya se hizo un grupo grande, Calvetti, Fidalgo, Busignani, Pantoja, y bueno, te Tarja yo empecé a trabajar en la imprenta, que conocí artes gráficas, conocí bastante, y justamente con Pellegrini, el pintor, que era un gran dibujante, y era uno de los primeros artistas que tuvo Walter Thompson, la agencia de publicidad de Buenos Aires, bien categorizada, entonces empezamos a trabajar ahí, en la imprenta. Así que de la imprenta pasé al diario, también, y bueno, del diario seguí caminando, por la universidad, y ahora estoy acá.

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